Tal
vez los 43 normalistas están vivos
y
los otros son aquí los muertos.
Tal
vez los muertos son esos
que
abren envases de tetrapak,
duermen hasta tarde los domingos,
callan
cuando otros gritan
camino
a los basureros.
Hemos
creído que los vivos
son los que andan a las 11.42
de la mañana en
los supermercados,
y
no los que desaparecen
un
26 de septiembre, en Iguala,
para
luego ser convertidos
en
una vasta lágrima de cenizas,
inefable y gigantesca costra sin adn.
Si
fuéramos un tanto más listos
nos
daríamos cuenta que los vivos
no
son los que intercambian mensajitos,
sino
los que navegan en bolsas oscuras,
en
los ríos del olvido que no tiene encías.
Estamos
sin duda equivocados.
De
la ceniza surge el fuego.
Los
43 están vivos.
Los
mismos que fueran secuestrados,
cronométricamente desaparecidos,
torturados
en la noche salvajísima,
atornillados,
muertos y coagulados,
quemados
como largos tacuazines,
y luego buscados
y buscados:
hoy
hay fuego, gracias a ellos.
Salieron
a protestar, a decir algo,
y
hoy hasta los muertos protestan,
y es gracias a ellos.
1 comentario:
Gracias por expresar de forma poética el hartazgo de una nación que llora....
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