Tal
vez no es necesario vivir
así, tal
vez nos creímos
el
cuento.
Tal
vez llevamos
un
par de milenios
muriéndonos
del mismo infarto
de miocardio.
A
lo mejor no es requisito que vivamos colgados de un puente
(1,
2 dedos cortados),
mientras
las babosas
resbalan
en la sangre.
Tal
vez no es preciso
mear
pequeñas
esferas negras en el grama inacabable
del
cáncer.
Nos
han engañado.
Nos
han engañado –y nos lo hemos creído.
Alguien
dijo: así es la cosa.
Dijo:
Pegále
al perro hasta que deje de chillar.
Cuarenta
horas a la semana es lo mínimo.
Los
poetas no cuentan. No saben contar.
Los
yoguis viven allá lejos, lejos, en el Tíbet.
Vos
en cambio sos el peor pedazo de mierda
que
se ha visto desde que hay pedazos de mierda
en
este lugar circulable llamado Tierra.
Tu
cuerpo es de las carnicerías.
Tu
próstata es de los dioses.
Tu país es de pus.
Alguien dijo.
Y tal
vez por eso estamos secos, secos,
lumbarmente
secos, ante pantallas secas,
con
la menstruación seca,
esperando
en las paradas,
rotas,
secas,
esperando
secas camionetas, y sus habitantes tiesos dentro.
Huí mejor, mijo. Huí entre las fosas.
No es necesario nada de esto.
Hay otro modo.
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