Vos
y yo somos diptongo.
Juntos
nos vertebramos.
La
mano
del
chamán
sobre
el vientre
del
enfermo.
El
insulto del expósito.
También la lluvia
sobre
los huesos,
limpiándolos.
El
torvo canto
que
acompaña
al viejo crooner.
El
secuestrador
cuando
por fin llama.
Y la extensión de la cuadra
por
donde desfilan
los
últimos albañiles.
Mellizos
hechos
de
una misma raíz,
diptongo que no claudica,
el rayo calcinado
lleva nuestro nombre.
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