Es partirse a cada instante
y renacer a cada instante, en ellos.
Es olvidar aquellas rameras
tardes en que estaba solo
entre lotos de ceniza.
Lo milagroso, lo virulento
es verte a los ojos, y sentir
la carne viva de las razones
que me mantienen ciego
a tu lado y en tu cama.
Hay un rostro porque lo miras.
Y yo me vuelvo loco sólo de verte,
pero de verte no pierdo la razón.
Me pierdo y me hallo, en ellos,
tus ojos, los grandes, los tuyos,
los que nacen del hongo,
de la uva, y vernos así,
en silencio, es lo mismo
que conversar sobre el silencio,
que nos une y nos borra,
cuando lo extraordinario,
lo paranormal es verte a los ojos.
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