Los nervios han dejado de buscar
el aire.
Las ramas
ahorcan al único sapo de la noche
como un puño que se cierra
con un párpado
adentro,
y lo que antes era una forma
de llorar hoy es un sol rojo
sin máscara.
Has tirado lo dulce
y la yerba por la ventana
del carro y no te ha importado
que todos o que yo te esperara
sobre
el puente
y sobre el hígado hay un espejo
hundiéndose lentamente,
y no estoy seguro
que las cosas vayan a mejorar
esta noche:
nada pero nada sabemos
sobre el comportamiento de las lenguas,
nada pero nada
y las palomas
en los mares van flotando
como caminos en descomposición,
contrastando con tus ojos ciegos
de maíz duro.
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