El
viejo, el chamán, ha muerto.
Cómo
vuelan las moscas,
o
como quiera llamárseles,
al
crepúsculo ejemplar.
¡Já!
El
viejo, el verdadero,
pero
nunca honrado,
chamán,
ha
muerto.
Ojalá
que los coyotes vengan
a
buscar su cuerpo
(su
cuerpo, sus nervios, sus hemisferios cerebrales)
y
lo lleven nuevamente al lugar del salto,
del
hiato magnífico.
Gracias
maestro
por
darnos la técnica laparoscópica
del
infinito,
por
hacernos entender
que
la sed existe,
y
que ante la misma hay que ser,
hay que ser impecable.
Tus
tácticas, tus mentiras,
ya
las conocemos: no nos asombran.
Nos
siguen asombrando
las
frases
desérticas
con
que nos guiaste en el desierto.
Y
es en los desiertos donde caminamos,
entre
vértebras de brujas muertas.
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