Año
electoral:
amárrense
a los mástiles,
antes
que sean cubiertos
de feroz propaganda.
El
gran tatuaje recorre
la
ciudad llovida, la gastada,
y
hasta en el último meteoro
alguien pinta el sello y runas
de un partido político.
de un partido político.
Año
electoral:
los
alacranes ponen tarimas
en
las plazas blancas de los pueblos,
porque
es la gran vendimia de las bujías,
y
los peces están siendo repartidos.
Comparsas
de acarreados
van
llenando las carreteras
insolidarias,
bajo
las aguas de un nuevo olvido.
Son los
rotos y apagados,
son los
que ya no caben
en la democracia,
en la democracia,
caminando van
en la memoria
de nadie.
en la memoria
de nadie.
Y este es
el año borrascoso–electoral,
el
año de la Gran Tormenta.
Proxenetas grasientos
cabildean
en los pasillos
y
en las canallas trastiendas,
para
que esto tan muriente
muera
otros cuatro años.
Los
días han de pasar mohosos
entre
estadísticas y proyecciones
y foros de economistas preocupados.
y foros de economistas preocupados.
Habrán
más acribillados bajo la luna,
periodistas nadando entre las algas,
miles
de comentadores sin manos
diciendo un montón de palabras vacías.
Estamos en año electoral:
los huérfanos y los empadronados
se meten debajo de las cornisas,
a que pase el aguacero.
diciendo un montón de palabras vacías.
Estamos en año electoral:
los huérfanos y los empadronados
se meten debajo de las cornisas,
a que pase el aguacero.
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