1.
Un helicóptero blanco
de naturaleza oligárquica
se establece en el techo
del edificio de enfrente,
catalizando un ligero momento
de crispación en la energía
urbana circundante.
2.
Todos los días observo
ese mismo edificio de espejos
desde la misma ventana neurótica,
con un rictus esencialmente
indiferente,
mientras tomo un café
y constato que mi gato,
adorado gato, está muerto,
porque mi gato adorado
muere todos los días,
y yo también.
3.
Salgo hacia el autobanco
en mi camioneta polarizada.
La avenida es un proceso intenso
sin ningún sentido de avance,
una estructura impaciente
pero al mismo tiempo detenida.
Salvo por las motos: dinámicas,
espontáneas y oportunistas.
Esta ciudad se parece
cada día más a Madrás.
Todos hacemos cola
como unos idiotas
en el autobanco,
y mientras esperamos
jugamos con pequeños
trocitos de carne
impregnados
de semen
y coca cola.
O: hacemos cola
en los supermercados:
emotivamente compramos
chocolates importados.
Salvo los mendigos:
ellos semejan
obras de arte
conceptual.
O: nos perdemos
en una tienda
por departamentos:
en los corredores
hay muchos cuerpos
que los empleados
procuran maquillar,
pero que son cuerpos
todos lo sabemos.
4.
Me tomo un segundo café,
leo los titulares del diario:
han secuestrado a una niña;
la han metido, ya muerta,
en el vientre de un batracio
gigantesco de cuatro metros.
Como el batracio no quería hablar
los fiscales lo mataron a piochazos,
ante la mirada consentidora
de los curiosos y los presentes.
Un líquido de esencia intolerable
brotaba de la rana entumecida.
5.
No
miento cuando digo
que un hospital flotante
y sustancial cruza el cielo.
Se escuchan los gritos lúcidos
de los enfermos ictéricos:
gritan por insumos,
es un ruin
y espantoso
ruido
disolviéndose
en el imaginario colectivo.
A todo esto, los recién nacidos
caen desde las alturas,
estrellándose sordamente
contra las banquetas.
6. De los ojitos
de los bebés
coagulados
brotan ciertos insectos
que se meten a los comedores
y diagraman un caos general.
7.
Por la tarde los albañiles
juegan chamuscas.
Por la tarde los narcos
y los sombrerudos
duermen la siesta.
Por la tarde los fascistas
hacen grandes piras
con los teléfonos inteligentes
de la población indígena y ladina.
Por la tarde me tomo un tercer café.
Los marineros cantan las canciones del ébola.
8.
Me uno a la protesta.
Allí están los quemados y sus familias.
Allí están los chuchos circulares.
Allí el sarro de los siglos de la
masacre.
Allí, despiertos, los choferes,
con sus tiernos ayudantes.
Allí el frío, el mucho frío.
9.
Te estuve buscando.
Te busqué en las calles
confusas y complementarias.
Te busqué intensivamente.
Exploré el gran basurero.
Me tomé un café frustrado
en un restaurante chino.
Penetré las membranas,
las atmósferas, los paisajes.
La camioneta polarizada
circuló hasta la madrugada.
Nunca te hallé, país.
10.
Por fin en casa.
Mi gato se ha colgado.
No sé si ya expliqué
que mi gato muere
todos los días,
y yo también.
Mañana un nuevo
helicóptero
se posará
sobre el edificio
de enfrente.
1 comentario:
Un texto memorable, buena onda por compartir esas imágenes!...
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