Lo
importante es entender
que los charcos de la lluvia
son contenidos de sangre
de un ser transparente,
de un ser transparente,
que la ciudad de Guate
es una soledad
que se quita
a veces
el bozal,
que hay mujeres aquí
cuyos ganglios
sudan
oscuros.
Un
labio se desliza
como una babosa
por la orilla del mupi,
a paso lentísimo,
dejando un rastro
de porquería
de porquería
y de tristeza.
La
discoteca emana
dakinis digitales,
cubriendo de algo rojo
los alacranes
calcinados.
Diez
mil clítoris
nos esperan
en salas descompensadas, blancas.
Nuestros iphones se tocan.
Y en un cuarto canta
un imitador
de cantante
mexicano.
Salgo
de nuevo a la calle, fugitivo.
Iniciación:
desde un extraordinario riñón,
de dimensiones
incalculables,
es transferido,
incalculables,
es transferido,
directamente
a mi neocórtex,
a mi neocórtex,
un modo,
una posibilidad
de trascender
ciertos escollos propios
de la transmodernidad.
Soy
un ser muy afortunado.
Mis
nervios
son
seres finos.
Estoy
capacitado para percibir grietas
inesperadas en las aceras materiales.
Llevo
conmigo una biblia anaranjada.
He
venido a lamer cualquier herida.
Equidistante
de todo,
dulcemente
aislado,
en esta serie de esquemas corpóreos,
en esta gramática intransferible,
pero a la vez uno
con el universo,
como si alguien me hubiera
compartido minuciosamente
en una red social
de orden infinito.
Sobre
todo entiendo que hoy
es
una noche salvaje,
arreferencial,
discontinua,
me siento libre,
yóguico y poliamórico,
estoy consciente
de mi potencial celular,
abajo corren desatadas
las aguas servidas.
Caminamos
de un modo
que la economía no nos toca,
somos heráldicos,
peregrinamos sobre jeroglíficos negros,
sobre vínculos de lenguaje,
sobre vitrales rotos
y aún radiantes
de sentido:
nuestras orejas
son
el alimento
de
los niños vendedores de cigarros.
Súbitamente, un milagro me detiene:
la calle que da al bar
es como una cicatriz anciana,
como una vieja cesárea,
y está siendo custodiada
por los postes.
por los postes.
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