El gigante Mateo tiene ganas de comer

El gigante Mateo –y su gula.

Conste que no tengo nada
en contra del gigante Mateo.

Así se tragara a mi misma madre,
le seguiría guardando simpatía.

Me gusta mucho el gigante Mateo:

su barriga, su amplia barriga descarada,
su epidermis mítica con verrugas y carnosidades,
su manera de comer hurones y chuchos de la calle
y a veces prostitutas. Me gusta su cabezota maligna.

El gigante Mateo –criatura péptica– almuerza animales
y también humanos, y cuando no encuentra ninguno,
consume subsidiariamente árboles y ramajes oblicuos,
en los confines del Reinado, que es donde reside.

Si de veras no tiene 
qué engullir,

entonces mastica
pedazos tristes de espejo,

cornisas de edificio,

restos magros
de algún satélite.

¿Puedo decir algo?

Mateo, en un momento espantoso,
se comió a sus dos hijos y a su giganta mujer.

En otro momento espantoso,
devoró su propio brazo.

Por tanto:

decir que el gigante Mateo tiene hambre
es realmente infravalorar su realidad.

Algún día terminará merendándose a sí mismo,
y entonces nos quedaremos sin el gigante Mateo.

Contaremos historias
sobre su legendaria figura
a las futuras generaciones,
que sufrirán el mal de la obesidad.

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Maurice Echeverría ha publicado los libros de poemas Encierro y divagación en tres espacios y un anexo (Editorial X, 2001), y en formato blog los libros Plegarias Mutantes (Zanate, Guatemala, 2008), Setenta y dos ángeles tullidos (Zanate, Guatemala, 2008), La glándula infinita (obra en progreso, Zanate, Guatemala, 2008), Los poemas de Saffron Lane (Zanate, Guatemala, 2008), La oreja en tu mano (Zanate, Guatemala, 2009), y Zona 3 (obra en progreso, Zanate, Guatemala, 2010). Ganador del Premio Federico García Lorca de Poesía 2006, convocado por el Centro Cultural de España en Guatemala.
 

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