Dedicado a A / M
Bueno. En la trama de los
destinos posibles, el nuestro no es el más repugnante de todos. Hay
peores Aquerontes, peores inquinas, peores branquias respirando peores muertes.
Bien mirado, no quisiera estar en otro lado. Nada malo hay con este
restaurante en donde tomamos un té y platicamos nuestras pequeñas cosas. Visto de
cierta manera, vos y yo nos encontramos en el mejor lugar del planeta. Los niños
juegan videojuegos; música cubana de fondo; gordos que comen glucósicos pasteles…
Todo está extremadamente bien.
Es cierto que dan ganas de
salir, a veces. La ciudad es grande, afrodisiaca, bellamente vindicativa. Y
cada cierto tiempo, llueve sobre los crematorios, lo cual, no
mentiré, es un espectáculo nada decepcionante, muy digno de ser contemplado.
Pero hay que captar algo: la
ciudad es grande, y el ego tramposo. El ego se apropia de los edificios, y los
amplifica hasta transformarlos en enormes huevos de rabia. Un imperio de
asfalto, en donde los ángeles (con sus alas mojadas de grasa de duda) mueren de
sed. Pasan nadando los cadáveres, los putriseres, los bastardos, los
contrapájaros. Es una gran desgracia.
Tampoco estoy diciendo que todo
en este cuarto sea un fucking paraíso, pura gloria y esplendor. A decir la
verdad, nunca vamos a conocer el algebra completa de nuestras posibilidades. Aceptémoslo:
yo soy un puñado triste de neurosis y vos sos un puñado triste de neurosis.
Somos lo que no funciona, la carga de lo roto en todos los mecanismos. Hay
grumos, vómitos, vergüenzas inabolibles. Una larga caricatura somos.
Pero aún así, creémelo, es
mucho mejor estar aquí que en las madrigueras heladas en donde se deshacían sin
remedio nuestras manos. Y además, para estar aquí no se requiere de casi nada. Un
té, una pregunta: eso es todo. Un té y una pregunta que haga que los muros
sangren su verdad. Una pregunta que nos enseñe a caminar derecho.
Y en todo caso, si las cosas se ponen rudas, siempre podemos llamar a las hormigas del universo, tan chiquititas, tan eficaces, tan fluorescentes. Todo lo pueden, esas hormigas, todo lo pueden.
Y en todo caso, si las cosas se ponen rudas, siempre podemos llamar a las hormigas del universo, tan chiquititas, tan eficaces, tan fluorescentes. Todo lo pueden, esas hormigas, todo lo pueden.
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