Carta al ahijado

Dedicado a A / M

Bueno. En la trama de los destinos posibles, el nuestro no es el más repugnante de todos. Hay peores Aquerontes, peores inquinas, peores branquias respirando peores muertes. Bien mirado, no quisiera estar en otro lado. Nada malo hay con este restaurante en donde tomamos un té y platicamos nuestras pequeñas cosas. Visto de cierta manera, vos y yo nos encontramos en el mejor lugar del planeta. Los niños juegan videojuegos; música cubana de fondo; gordos que comen glucósicos pasteles… Todo está extremadamente bien.

Es cierto que dan ganas de salir, a veces. La ciudad es grande, afrodisiaca, bellamente vindicativa. Y cada cierto tiempo, llueve sobre los crematorios, lo cual, no mentiré, es un espectáculo nada decepcionante, muy digno de ser contemplado.

Pero hay que captar algo: la ciudad es grande, y el ego tramposo. El ego se apropia de los edificios, y los amplifica hasta transformarlos en enormes huevos de rabia. Un imperio de asfalto, en donde los ángeles (con sus alas mojadas de grasa de duda) mueren de sed. Pasan nadando los cadáveres, los putriseres, los bastardos, los contrapájaros. Es una gran desgracia.

Tampoco estoy diciendo que todo en este cuarto sea un fucking paraíso, pura gloria y esplendor. A decir la verdad, nunca vamos a conocer el algebra completa de nuestras posibilidades. Aceptémoslo: yo soy un puñado triste de neurosis y vos sos un puñado triste de neurosis. Somos lo que no funciona, la carga de lo roto en todos los mecanismos. Hay grumos, vómitos, vergüenzas inabolibles. Una larga caricatura somos.

Pero aún así, creémelo, es mucho mejor estar aquí que en las madrigueras heladas en donde se deshacían sin remedio nuestras manos. Y además, para estar aquí no se requiere de casi nada. Un té, una pregunta: eso es todo. Un té y una pregunta que haga que los muros sangren su verdad. Una pregunta que nos enseñe a caminar derecho.

Y en todo caso, si las cosas se ponen rudas, siempre podemos llamar a las hormigas del universo, tan chiquititas, tan eficaces, tan fluorescentes. Todo lo pueden, esas hormigas, todo lo pueden. 

No hay comentarios:

+


Maurice Echeverría ha publicado los libros de poemas Encierro y divagación en tres espacios y un anexo (Editorial X, 2001), y en formato blog los libros Plegarias Mutantes (Zanate, Guatemala, 2008), Setenta y dos ángeles tullidos (Zanate, Guatemala, 2008), La glándula infinita (obra en progreso, Zanate, Guatemala, 2008), Los poemas de Saffron Lane (Zanate, Guatemala, 2008), La oreja en tu mano (Zanate, Guatemala, 2009), y Zona 3 (obra en progreso, Zanate, Guatemala, 2010). Ganador del Premio Federico García Lorca de Poesía 2006, convocado por el Centro Cultural de España en Guatemala.
 

Creative Commons License
La glándula infinita by Maurice Echeverría is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 Guatemala License.