Transida afrodeidad creadora,
secretando crisálidas
dulces
chocantes,
hay astillas de venablo
en tu voz
sutil y furiosa.
Nina
imaginal
de aureola negra en
llamas,
sensual rocío de
pezones
en santuario de blues,
primigenia
de grandes labios
telúricos
como canteras de carne
discográfica,
los gallos tristes
ascienden
epigonalmente cuando se
ahogan
en el son de tu sangre de
jazz
desgarrado y
autárquico.
Fónica y bongó, levítica negra,
nunca pudieron sentarte
nunca pudieron sentarte
en el asiento de atrás
del bus.
Todo lo veías
con el ojo
espiritual, fumando
provocadora
en el conclave donde se juntan
las voces y los caminos
y las últimas plegarias.
y las últimas plegarias.
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