Tu cosa
es evitar.
Tú eres el que huye
de todos:
el que bifurca.
Vas por los senderos,
los puentes fríos,
hasta llegar
a las plazas
renunciadas,
ya sin nadie.
Allí puedes odiarlos,
a los demás,
a gusto,
odiarlos mejor,
y filosóficamente.
Eres allí
el solo,
y eso te rinde
un orgullo
incesante.
Has abandonado
a los seres.
Pero, pronto, una duda:
¿o es que los seres
te han abandonado a ti?
Ya no hay puentes ni senderos.
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