Presidentes, funcionarios:
los he visto pasar.
Asesores, ministros:
a todos ellos pasar,
y no cambiar nada.
No soy un anciano,
pero, Dios mío,
cuántos he visto ya.
Entran a los despachos,
estos empachados vizcondes,
el libro de soberbia
bajo el brazo,
el tono seco de quien
merece el sueldo
quizá más de la cuenta.
Entran y salen de reuniones,
dan declaraciones
sin humanidad,
arman pequeños
y grandes escándalos,
hasta enfermar,
o volverse cínicos por completo.
Terminan su gestión
(algunos son puestos en la cárcel)
y vienen los siguientes
y ellos también son olvidados,
o recordados con desdén.
El carnaval de funcionarios.
Humor y amargura.
o recordados con desdén.
El carnaval de funcionarios.
Humor y amargura.
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