Me pude
haber ido
de este
país,
escribir
en otra
parte,
pero,
como yo lo
veo,
la dignidad
estaba en
quedarse
de pie
en este
cráneo inacabable,
en este
liso espanto,
larga
canícula
de
espinas.
Aquí es.
Aquí está
el milagro.
Verán: dentro
de tanta
sangre negra
hay cosas
inexplicables.
Hierbas
humildes
que nacen
en la
banqueta
donde
quedó el último muerto.
¿No es de veras
extraordinario
cómo seguimos
extraordinario
cómo seguimos
germinando
y pariendo
y pariendo
y regalando
semillas
resucitadas
a los ángeles?
resucitadas
a los ángeles?
¿Irme,
pues, a dónde?
Aquí está el auténtico trabajo.
Aquí es
donde hay que trabajar.
Aquí son
las venas rotas
sintiendo,
desesperadas, la vida.
Respeto a
aquellos
peregrinos
peregrinos
que han optado
por florecer
en otra parte.
Muchos de
ellos
no han
tenido opción.
Dios los
bendiga.
Pero yo
tuve
que
respetar el fruto
de
quedarme entre los míos,
aún si
eso significaba
lamer
todos los días
la
interminable placenta envenenada.
Cada día
salgo a caminar
entre los
edificios
tallados en la
oscuridad,
y regreso con una
razón:
rescatar
algo de la muerte.
No es
poca cosa.
Este
presente
me lo da
mi país, cada día;
y jamás
lo doy por descontado.
1 comentario:
Me parece un poema voraz e iluminado. Como una esperanza rotunda y gestáltica.
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