En los labios
–ustedes notarán–
hay pequeñas
puertas negras
por donde salen
diminutas criaturas,
altamente deletéreas,
cuyo único objetivo
es establecerse
en las vastas y puras
regiones del silencio,
contaminar sus ríos,
necrosar los pies
de los niños y los santos
de los niños y los santos
(cuando estos cantan
tiernamente himnos)
y erigir el imperio
de la toxicidad verbal.
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