Dios guarde y te quitan
tu preciosa indignación de cada día.
Es tu canción perfecta.
Un héroe del desprecio:
de no parar jamás de maldecir
están hechos tus mejores momentos.
Vas poniendo todas esas pieles
con sangre y saliva sobre ellos tus hijos,
en noches frías como ésta,
mientras afuera alguien
dispara a la bestia de la posibilidad, en la esquina vacía.
Te gusta que se te vaya pudriendo la carne,
te gusta ese tan dulce pudrirse,
esa flor de cáncer que es no estar de acuerdo con nada.
Vas a revolver los cadáveres sobre el collado, por el gusto.
En alarido recibes el amanecer.
La rosa sangra por los tímpanos.
Un auténtico ciudadano. Un guatemalteco.
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