Cayó la música sobre los cuerpos,
los blancos, los cuerpos, ellos en la noche
o bajo el sol sin nombre.
Cayó, cayó, es la música y es nuestra,
con su sabor de manzana química,
pulsando en los senos de las niñas
y los picos de las gaviotas
que van a morir contra los amplificadores.
Caerá además, hacia el verano, hacia la costra,
seguirá cayendo ojo a ojo,
avanzando como una multitud de estrías
luminiscentes, cicatrices eléctricas,
que son nuestras cicatrices
y lo único en el rostro que no envejece.
Cayó la música, cayó el collar loco y desnudo
y se ha roto entre el gentío que grita.
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