Porque son 80. No
15, no 45, no 57:
son 80.
De todos los eones
hay uno
en donde un hombre
cumple 80 años
y habla frente
a un pastel
y sus amigos.
¿Cuántos higos
habrá comido,
cuántas veces meado?
80:
spandex, lycra,
ni siquiera 75.
Ah,
espartanos,
aún en nuestra memoria.
Arrancados de los cometas
muertos,
los hombres
sanaron
o se hicieron
médicos.
(En su libro
Mick Quinn
dice que el ego–mind
tiene 4,000 años.
Es un ego–lycra.)
Como ese hombre
no habrá otro,
porque es mi padre,
o un padre
de mis dos padres.
Y sigue tomando tequila.
Y sólo por eso me cae bien.
Y porque
–hoy–
está vivo.
Y yo no sería
lo que soy
–bastardo a veces,
es cierto– sin él.
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