Hay entre los otros
y mi persona
un pescado.
Un pescado
va comiendo
las huellas dactilares.
Con una orquídea
inadecuada
entre la boca.
Y todo sale mal.
O no,
pero no hemos
dicho de la mentira
nada todavía.
Yo no sé
sino sentir
vergüenza,
el mar
en la palabra
no sale,
no hace
sino hueso.
Nos vamos
a arrepentir,
de no ver
las tumbas
y de vernos
mal los ojos,
y del pez,
de los peces.
Son un montón
de peces,
separándonos.
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