Vos
querías algo
y
yo quería no sé qué,
y
nos terminamos peleando,
de
acuerdo a los estándares
más
exigentes del mercado.
Suscribo
que terminaste llorando,
mientras
la tarde se iba deconstruyendo,
a
través del vidrio terco del departamento.
O
era yo quien lloraba,
y
quien de hecho salió
a
caminar, enfurecido.
Según
recuerdo los niños cazaban pokemones
(era
agosto de 2016) en el parque de la iglesia.
Ya
hemos estado aquí, me dije a mí mismo,
en
la banca, comprimido contra una tristeza.
Después
de una hora decidí volver.
Ya no quedaban niños en el parque.
Ya no quedaban niños en el parque.
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