Soy
la casa
penumbrosa.
El
largo, el frío corredor.
Soy
el cuarto necio del crimen.
Y
la mujer que solloza,
luego
de disparar,
con
alguna torpeza, el arma.
Adicionalmente
soy
el hombre
que
mira atónito
su
lentísimo cadáver.
Mirándolo
me mira a mí,
y
de pronto entiende quién soy,
y
de golpe entiende quién es,
y
entiende que él,
con
ella,
es
quien ha jalado,
en
la noche, el gatillo.
Para
que algo muera,
todo
tiene que matarlo.
Soy el perdón del universo.
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