Los artistas
han traído su alfabeto
versicaldoso,
grafiante
y teatralario,
a esta sala luminosa,
a ratos oscura.
Se juntan,
se arrejuntan,
co–empalman,
vienen de las torres
y las alcantarillas,
de los altos pueblos
y de los restaurantes chinos,
con notas, calaveras
y estratocasters,
algunos un cierto aire suicida,
y otros una risa
de sesenta bufones,
que recumbea.
Han venido a reír y llorar
por uno de los suyos.
Han venido por aquel
quien ahora porta
una cariopeste venosa
en el cerebro.
Y ahora cantan.
Y su canto es un árbol
que produce
grandes calorescencias,
y los artistas,
y los amigos de los artistas,
tornabailan,
y saben que no están
solos:
que la fiesta ahora
es un buda en el cráneo
de Juan Miguel.
de Juan Miguel.
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