La
navaja del Padre,
guardada
con
tanto cuidado
en
una cómoda.
El
sudor de los soldados
hacinándose
en
un Caballo de Madera.
Los
rótulos para siempre colgados
en
los campos de la muerte.
Todos
esos millones
de
criaturas,
intercambiando
epicúreamente
whatsapps.
Los
cuerpos artríticos
circulando
en el supermercado.
El
repugnante cancionero petrarquista.
Los
carruseles de los pueblos pobres.
Las
cosas,
las
demás cosas,
los tantísimas cosas, en la noche.
Los
gritos
de
los ayudantes
de
los choferes
de
las camionetas,
cuando son bajados
a tiros,
en una esquina.
Las
reses castamente digeridas.
Tiernos
fractales, nunca sin fin.
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