Ofrecidas en
holocausto a las piedras y las esquinas.
Otorgadas al
dios de lo abollado.
Devoradas por
el largo gusano que no tiene rostro.
El sol lo vio
todo, no dijo nada.
El sol lo vio
todo, no dijo nada.
Pero en los
diarios de la leche la verdad quedó escrita.
Y de allí
nació un grito, un nuevo manual irrevocable.
Sus cuerpos se
hicieron uno con el cuerpo de la historia.
De los muelles se retiraron –tierra adentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario