Fue un genio imbécil,
eso lo sabemos de sobra.
Estaba cubierto por un millar
de diminutas espinas fascistas.
Ahora bien:
no podemos quemar los libros
de nuestros enemigos políticos,
o pronto los nazis seremos nosotros.
La prosa de Céline es un cadáver
con peces vivos nadando en su interior.
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