Donde las latas
tosen
de último;
en el rincón de las cosas
sin pasado;
allí donde
los
amigos
del desierto
se echan por fin
a llorar;
allí saco mi navaja
y corto
las proas
de los edificios,
y las ofrezco
al tiempo,
que, agradecido,
me
sopla
a un lado,
con infinita ternura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario