Mandala

Vamos a hacer el mandala de los vencidos,

vamos a recuperar la sangre de las banquetas,

recojamos

los machetes y

las manos

de aquellos bebés rojos, vamos a bajar a la parte baja

de la miel, buscaremos sillas de ruedas

abajo en las piscinas,

escuchen, traigan los azadones con que dieron fin

a las ballenas,

y junten los dientes morados,

y nada más asegurénse de traer

las raíces

y a manos llenas los templos rotos,

traigan el odio incluso –luz de no ver, teléfono a nadie,

oreja oyendo tumbas­– y consigan a dictadores

y sus víctimas, porque todo servirá, trasladen las bombas

y las instituciones, con sus azulejos de

caos,

traigan las manos rostizadas de las fábricas,

que los relojes de los expósitos sean útiles,

óiganme

y arañen la piedra en busca de dioses humillados,

que las espinas salgan del hierro, que las puertas abandonen

los marcos, que las ventanas se levanten,

que los impotentes regalen su arcilla,

que el hambre, que el crímen, que lo horrible

nos den su rostro, traigan los instrumentos de la muerte,

dénnos la madrugada del secuestro, y la forma embreada

del cáncer,

porque con todo ello,

con los hígados sin retorno, y con los soles colapsados,

y con los caminos obstruidos, y con las palomas ya resecas,

vamos a hacer un gran mandala, amigos, un palacio

hermoso,

y todos nos vamos a mudar allí adentro,

y una deidad entreabierta nos dará una razón y una mirada.